miércoles, 29 de septiembre de 2010

La tele y la comida.

Recuerdo de chico a mi abuela materna, Anita, repitiendo a la hora de comer "leer en la mesa es de mala educación". Ahí desaparecían inmediatamente de la vista desde "Patoruzito" a "Tía Vicenta", pasando por "Billiken" y "D'Artagnan".
Desde ese entonces han transcurrido sólo cincuenta años. ¡Qué diría hoy día! ... No, ya sé ... hoy no leemos en la mesa. En realidad algunos no leen en ningún lado, nunca ... nada. Me refiero a qué diría sobre la tele durante la comida. En realidad la idea que leer en la mesa era mala educación surgía del hecho que era una actividad individual en un momento que se suponía era para compartir en familia, para conversar. En ese sentido la tele la ven todos al mismo tiempo, es una actividad compartida. Y en general permite el diálogo entre los presentes. Sacando a ese integrante de la familia que nunca falta, medio neura el tipo, dispuesto a chistar cada vez que el sonido proveniente del altar multimedia se funde con las voces circundantes.
Lo que seguramente objetaría mi abuela no sería el medio, la televisión, sino su contenido.
Hoy día, mientras saboreas la comida, podés ver la cara de felicidad de una modelo, constipada ella, luego de haber logrado su tan ansiada deposición gracias a Activia. ¡Ya sé!, ya sé ..., la deposición no te la muestran. Pero para semejante felicidad, uno tiene derecho a imaginar una catarsis francamente descomunal. Cuando todavía no terminaste de digerir el bocado, ahí nomás te muestran como limpiar, a fondo, profundamente, con Harpic, un inodoro tan sucio que bien podría ser consecuencia de otra abundante ingesta de Activia. Y para rematar te invitan a darle a tu perro el balanceado tal, de modo que sus heces sean más duritas y fáciles de levantar. ¡Como para que no digan que la tele es una mierda!

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